viernes, 13 de enero de 2012

El satélite Xatcobeo, "hoy las ciencias atrasan que es una barbaridad"

El sputnik fue el Xactobeo soviético.
El 9 de febrero de 2012 estará circulando por la órbita del primer anillo de Van Allen el primer satélite espacial cien por cien gallego. El Xatcobeo, que así se llama el artefacto, es motivo de satisfacción para sus diseñadores y fabricantes, alumnos y profesores de la Universidad de Vigo. Pero es un ejemplo del claro deterioro que sufre la investigación científica y tecnológica en España  en general pero de una manera particular en Galicia. Entre el primer libro impreso en el mundo, “El misal de Constanza”, y el primer libro impreso en Galicia, “El misal Auriense”, transcurrieron 44 años. Esto sucedió hace más de quinientos años, en una época en la que los inventos y nuevos desarrollos pasaban inadvertidos para la mayoría de los habitantes del planeta y mucho más para los gallegos que estábamos entonces en un rincón perdido del mundo conocido, pues todavía andaba Colón por el Caribe. En cambio, entre el Sputnik y el Xatcobeo han transcurrido 54 años. ¿Qué ha pasado en nuestro país para que cinco siglos después seamos más tardones en incorporarnos a los avances tecnológicos?
La pregunta tiene cuatro respuestas, válidas cada una de ellas por separado y contundentes si la sumamos:
Primera: tenemos tres universidades con setenta y cinco mil alumnos (más o menos). En veinte años se ha triplicado el número de universidades pero no se ha triplicado el presupuesto de investigación. Eso sí, se ha quintuplicado el presupuesto en gestión, gobierno y cargos directivos. De cada cien euros que mueven las universidades gallegas, hoy día se destina más a la burocracia universitaria y en consecuencia, menos a generar innovación tecnológica y científica, que es uno de los principales objetivos de dicha institución.
Segunda: En los últimos veinte años ha habido una lluvia de cientos de miles de millones de pesetas y de cientos de millones de euros procedentes de fondos comunitarios. ¿Qué porcentaje de ese dinero se destinó a investigación y desarrollo? Una miseria. El grueso se lo han llevado las obras faraónicas.
Tercera: ¿Cuánto destina el gobierno gallego –el actual y los anteriores, porque todos son igualmente culpables en este delito– a investigación, desarrollo e innovación, eso que tan pomposamente se dice una y otra vez de i+d+i? Pues lo cierto es que cada vez menos. A la hora de hacer recortes presupuestarios, la primera víctima es la investigación.
Cuarto: ¿Y las empresas? En Galicia se ha reducido el capítulo de gasto en innovación nada menos que un 35 por ciento en las empresas, según los datos revelados por el Instituto Nacional de Estadística. Una vez más, los empresarios han optado por la fórmula magistral de pan para hoy, hambre para mañana.
La política científica gallega es una suerte de coito interruptus, pues la Xunta invierte millones de euros en darle formación a sus jóvenes desde la infancia hasta que acaban sus estudios universitarios, pero luego arroja al mar todo ese dinero ya que una vez formados han de emigrar a países como Alemania, Estados Unidos o Canadá.
Con el dinero que se ha despilfarrado en disparates como la Ciudad de la Cultura, el puerto exterior  de A Coruña, un avecilla de cercanías entre Santiago y Ourense o el que media docena de delincuentes –yo nunca les vi el guante blanco–invirtieron en negocios ruinosos de amigotes o de socios o de yernos o de hijos o de consuegros o simplemente desarrollando una política financiera basada en una expansión sin sentido, todo para poder presumir ante su competidor –también delincuente– de que “la mía es más grande, o tiene más sucursales”, el dinero  de las cajas de ahorro gallegas… con ese dinero, Galicia ya habría llegado a la Luna.

miércoles, 11 de enero de 2012

¿Botas Chiruca de Fal? Never More. (Nunca máis)

Esto fue lo que quedó de una suela de una bota de trekking en dos horas de camino, para sufrimiento de mis pies.
Durante unos cuantos años estuve encantado con estas botas y se las recomendaba a todo el mundo. Hoy, en cambio, tengo que recomendar que a nadie se le ocurra comprar Chirucas de la casa Fal, cuya fábrica, al parecer está en Logroño.
Dos modelos distintos pero con el mismo problema. Y cientos de casos más, tal como descubrí en Google.
Los hechos son los siguientes. Una mañana de agosto salí a caminar. Era una ruta de veinte kilómetros, más o menos, entre Maside y Ourense. Al cabo de una hora de iniciar la caminata, la suela de una de las botas comenzó a desintegrarse, literalmente, como si en vez de goma –luego supe que no era goma sino poliuretano– fuese miga de pan. En dos kilómetros me quedé sin suela y antes de que eso ocurriese me empezó a suceder lo mismo con la otra. Pensé que habría pisado algún líquido cáustico, sin darme cuenta, algo que había entrado en reacción con la goma para que me ocurriese tan insólita situación de quedarme con la plantilla de las botas en el suelo y tener que acometer casi once kilómetros a pleno sol de agosto en tierras ourensanas, en esta precaria situación.
Meses después, le ocurrió lo mismo a mi mujer con las suyas. Pero esta vez fue sin salir de casa. En el tiempo que invertimos en colocar el árbol de navidad, las luces y sus adornos, la goma comenzó a cuartearse.
Qué contraste: los cordones nuevos, son los originales, y la suela desaparecida.
Llamé a la casa fabricante, pedí que me pusiesen con alguien de atención al cliente, le expliqué lo sucedido y su respuesta fueron una sucesión de evasivas: que si las botas tenían tiempo, (cierto, más de cinco años, creo que siete, pero muy poco uso, pero las suelas estaban muy poco gastadas, poco rodadas), que si las suelas se degradan con la edad no con el uso (disparate total. Tengo unas camperas desde hace más de veinte años y zapatos que una vez que se han envejecido y no valen para salir a la calle utilizo para trabajar el jardín, algunos tienen hasta treinta años. Jamás había oído nunca nada de que los zapatos se degradasen por falta de uso, simplemente por tenerlos guardados en sus cajas y, casualmente le fue a suceder a unas botas que no son de las más antiguas).
Total, que al final me dijo que las llevase a donde las compré, con el ticket de compra para que se las enviasen. No tenía el ticket, después de tanto tiempo. Y en el Corte Inglés, que fue donde habían sido adquiridas me trataron muy atentamente, me recomendaron que no volviese a comprar unas botas de suela de poliuretano, que es la causa de esa degradación tan instantánea y me dijeron que la casa Chiruca o Fal no les admitía la devolución si no era con el ticket de compra, con lo que no podían hacer nada, aunque comprendían que no es habitual que la gente guarde las facturas o los tickets de compra de un calzado después de siete años.
Conclusión: unas botas que te dejan tirado, de repente, en pleno de una caminata no son buenas botas, aunque sean caras (porque no es una marca barata). Jamás me había sucedido. Un fabricante de calzado que no asume su responsabilidad y acepta cuando hay un defecto de calidad, no es un buen fabricante. Las botas llevan su marca, ¿qué importa que exista o no ticket de compra? ¿Por qué tengo que llevarlas a la tienda donde las compré si es un defecto de fabricación?
Hace años, una fábrica de lavadoras me cambió la que tenía en casa porque el bombo (¿o se llama tambor?) tenía un punto de óxido. Yo no me había dado cuenta, sino un técnico de la misma casa al hacer una reparación sin importancia. La cuestión era que los bombos eran de acero inoxidable y si éste tenía óxido, obviamente, era debido a un defecto en el material, no algo derivado del uso. Y no me pidieron el ticket de compra. Y, por cierto, también era de fabricación española, Fagor, para más datos.
Se me ocurrió ver en internet. Haced la prueba. Poned en Google: Chirucas que se desintegran. El resultado: 572 entradas. Me he dado cuenta que no era el único y que hubo personas a las que sí les han reenviado unas botas nuevas. Todo dependerá de quién te atienda al teléfono. En fin, que no fui el  primero. Pero espero ser el último al menos entre quienes leéis este blog.
Si queréis tener la certeza de que llegaréis a destino sin que las suelas de vuestras botas se degraden como si fuese miga de pan, ya sabéis lo que no  debéis comprar.

lunes, 9 de enero de 2012

Gracias, buen Cid, por salvarnos el cerdo (y las nécoras)

A José Manuel Gómez, lector predilecto y amigo (ambas cosas desde hace ya varias décadas)

Las navidades se acaban, como todo. A mí se me acabó una paletilla de cerdo ibérico y mientras cortaba las últimas lonchas, ya cercanas al hueso, un amigo que seguía el suceso como testigo presencial, me recordaba lo muy agradecidos que teníamos que estar al Cid Campeador. No por el poema que tuvimos que estudiar en bachillerato, sino por sus gloriosas gestas en la lucha contra los infieles, aquí en la península ibérica. No tengo nada contra los musulmanes y que Alá me perdone si estas líneas son consideradas una ofensa contra quienes nos legaron el álgebra, nos trajeron el ajedrez, el saneamiento de las ciudades, las almohadas, las almendras y la higiene entre otras muchas maravillas a una península en la que vivían en armonía, musulmanes, judíos y cristianos hasta que Isabel de Castilla se empeñó en aguar la fiesta. Nunca estaremos suficientemente agradecidos a los siete siglos de civilización musulmana. Parece como si aquí solo hubiese que valorar el legado romano, asunto que yo tengo en escasa estima, pues se llevaron más de lo que trajeron.
La cuestión venía al caso por el jamón, bueno, en este caso una paletilla. Gracias al Cid que contribuyó a que la dominación árabe llegase a su fin en tierras gallegas –cuentan las leyendas que defendió la fortaleza de Viana do Bolo frente al sarraceno con gran éxito–, el cerdo forma parte de nuestra dieta y no es un animal proscrito como propone el Corán por inspiración del Levítico (es curioso, pero en lo único que están de acuerdo judíos y musulmanes es en la dieta).
Pero eso no es lo peor. ¿Os imagináis que en Galicia no solo estuviese prohibido comer carne de cerdo –y sus embutidos y demás derivados–, sino también, como propone el citado libro del Antiguo Testamento, aquellos animales marinos que no tuviesen espina y escama? (¿o era escama y aleta? Ahora ya no lo recuerdo). La gastronomía gallega se quedaría sin sus iconos: la lamprea, las anguilas, el pulpo, el peixesapo… ¿qué sería de Redondela si comer chocos fuese una herejía? Me imagino a mi amigo José Carnero convertido en una especie de Al Capone del Berbés, vendiendo clandestinamente, centollas, nécoras, cigalas, bogavantes y camarones.
Sin el Cid hoy seríamos mucho más pobres. Ni licor café, ni aguardiente, ni albariño, ni condado, ni ribeiro, ni godello de Monterrei y de Valdeorras, ni Mencía de Amandi; tampoco tendríamos vino de O Rosal, y las mil y una fiestas gastronómicas de Galicia quedarían relegadas al pan de millo, el churrasco, las sardinas, el carnero al espeto y cuatro cosas más. A ver qué haría Lalín sin su cocido y Melón sin su choricera y A Cañiza sin sus bocadillos de jamón.
En fin. Que Galicia es injusta con sus héroes. ¿Por qué la capital no es Compostela del Cid? El apóstol Santiago llevaba ya más de mil años muerto cuando aquí se estaba decidiendo nuestra dieta atlántica y el futuro de nuestra industria agroalimentaria. Pero a un obispo de Iria Flavia se le ocurrió la idea de propagar el bulo de que el hijo del Zebedeo había llegado en una barca de Piedra hasta Padrón y luego había sido trasladado en un carro de bueyes hasta Compostela por sus pupilos. ¿Qué perseguía? Está claro. Quería hacerle la competencia a Roma y a Jerusalén en el peregrinaje, que era el turismo de la Edad Media. Es el claro ejemplo de que unos cardan la lana y otros se llevan la fama, como sucedió con Colón que llevó sus naves al otro mundo pero el que le puso nombre al nuevo continente fue Amérigo Vespucci.
Lo dicho. Una cosa es el jamón y otra muy distinta la mojama. Qué para gustos hay colores y sabores, cierto. Pero la gracia del tema está en poder elegir y no estar a merced de un libro tan críptico atribuido al mayor zoquete del Antiguo Testamento, (Será por eso que eligieron a un actor tan malo como a Charlton Heston para hacer el papel de Moisés) quien se cubrió de gloria llevando cuarenta años al pueblo de Israel por el desierto cuando el viaje, con un guía medianamente decente, se habría podido saldar en cuatro o cinco semanas: en diez, a lo sumo. El hombre al que Jehová dejó a las puertas de la Tierra Prometida, en justo castigo por su incompetencia, se convirtió en el perpetrador de que mil quinientos millones de personas en el mundo tengan prohibido comer anguilas guisadas, conejo a la cazadora, lacón con grelos, chocos en su tinta y un millar y medio de recetas más que forman parte de nuestro patrimonio gastronómico.
Y vosotros me diréis. Seguro. Pero hay más de tres mil millones que no podrán comer un par de huevos en su vida por culpa del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, Lehman Brothers, el pirata Morgan y toda la banda de expoliadores que han hecho que en este mundo los ricos sean más ricos y los pobres más pobres. Y, es cierto. Y para colmo, también Charlton Heston hizo del Cid en el cine.

domingo, 8 de enero de 2012

El libro del café

A la virgen María se le apareció el Arcángel San Gabriel para anunciarle que iba a ser madre de Dios. A Mahoma se le apareció el mismo arcángel unos siglos después para llevarle una tacita de café cuando estaba haciendo ayuno y vigilia en el desierto. Según la leyenda ese fue el origen del café.
El café es la infusión más consumida en España y seguramente en el mundo. Por eso las cafeterías y los cafés dominan sobre los salones de té. Tomamos mucho café, pero creo que sabemos muy poco de él.  Ese es un problema que  se resuelve en una tarde. Basta con tener a mano “El Libro del Café”, de Carlos Delgado. Publicado por Alianza Editorial en 1997, es ya todo un clásico. Carlos Delgado, nos cuenta el origen, la naturaleza, la historia y la manera en la que se produce el café. Las distintas variedades existentes, sus cualidades y demás características y todo lo que necesitamos saber sobre cómo preparar un buen café, desde la selección y tostado a la elección  de la cafetera.
Y por si toda esa información fuese poca, completa el libro con un recetario. Primero de cafés, luego de otras bebidas y combinados con café como ingrediente, recetas de platos y por último postres. 

El libro del café
Carlos  Delgado
Alianza Editorial,
Libro de bolsillo, 1827
298 páginas.
1ª Edición, Madrid 1997


jueves, 5 de enero de 2012

Isaac Díaz Pardo, el último ilustrado

Siempre me llamó extraordinariamente la atención su aspecto franciscano, casi menesteroso. ¡Qué  gran contradicción con su mente brillante, lustrosa, elegante, con su sentido del humor cargado de ironía y retranca! Isaac Díaz Pardo debe su primer apellido al artista y galleguista Camilo Díaz Baliño, su padre. Y su nombre, a Isaac Fraga, el propietario de la empresa de cines y teatros en el que su padre era cartelista y ejercía de escenógrafo. Isaac era una mezcla de idealista, siempre suspirando por crear un gran periódico gallego, tarea en la que nunca llegó a encontrar el respaldo necesario para emprender tamaña aventura, y un hombre práctico, un emprendedor que fue capaz de recuperar de la memoria la vieja fábrica del marqués de Sargadelos y convertirla en la isnignia industrial de Galicia.

Sargadelos no solo es una porcelana de extraordinaria calidad sino también un ejemplo de vanguardia en el diseño. Su evolución es todo un catálogo de estilos en los que Díaz Pardo supo comprometer a artistas como Luis Seoane.

Se podría decir que la muerte de Isaac Díaz Pardo deja a Galicia huérfana de uno de sus más preclaros intelectuales, que la víspera de reyes de este año 2012 nos privó del último de nuestros ilustrados, cultivador de la cultura gallega en todos sus frentes. Pero por suerte no es así. No tendremos que recurrir a la memoria para recordar en adelante a este intelectual, poeta, escritor, editor, pintor, grabador, ceramista, empresario. Su legado, el artístico, el intelectual y el industrial, están ahí para ser testigos permanentes de un hombre que dedicó toda su vida a hacer de Galicia una nación mejor.