jueves, 31 de mayo de 2012

Ponga un cable en su paisaje

Telefónica nos encuadra la isla de San Simón y el puente de Rande con diagonal y todo. ©F.J.Gil
Tengo un amigo que sostiene que la belleza de la ría de Vigo es de tal magnitud que ha sido capaz de sobrevivir a todas las atrocidades urbanísticas y fealdades arquitectónicas que le han ido perpetrando a lo largo de los años, de manera especial en las últimas décadas. Siempre le di la razón. El paisaje de nuestra naturaleza más cercana está siempre contaminado por un cacho de uralita, un metálico que sirve de cancilla y otros elementos del repertorio que los arquitectos modernos han calificado el "feísmo". Aún así, habría que aplicarles la parábola de la lapidación ya que para demostrar que no es un colectivo libre de pecado no hace falta más que mirar a la isla de Toralla y su torre de veintitantos pisos cuya desproporcionalidad chirría como un rojo carmesí en un velatorio.

Pero con todo lo mal que está todo, se podrían hacer algunas cosas, digo yo. Por ejemplo, ordenarles a la compañía eléctrica -esa que antes era nuestra pero que ahora contamina aquí y cotiza el IVA en Barcelona- y a la Telefónica para que acabasen con el cableado aéreo. Además de ser siempre la principal causa de que nos quedemos sin luz o sin teléfono cuando hay una tormenta, son un verdadero adefesio. Supongo que os habrá sucedido a todos cuando intentáis fotografiar una pequeña y coqueta iglesia románica o una fortaleza medieval en medio de un descampado y resulta que  no hay manera de conseguir un encuadre decente sin que aparezca un poste de la luz o unos cables telefónicos. El ejemplo que ilustra esta crónica no puede ser más emblemático. En la carretera nacional 550, a su paso por cesantes hay un indicador que señala la existencia de un mirador. Y ciertamente lo es. Se ve la bahía y la isla de San Simón, el puente de Rande al fondo y la playa de Cesantes en primer plano. Si me apuráis se podría ver al capitán Nemo con sus buzos del monumento que hizo mi difunto amigo Moncho Lastra, según dijo en más de una  ocasión, inspirado en una de las narraciones del doctor Carneiro, coleccionista de historias extrañas, quien había relatado la verdadera naturaleza de aquel pirata submarino que era el capitán Nemo. Todo eso se ve, ciertamente. Pero pautado y encuadrado de cables de la Telefónica que por más que te muevas, cambies de posición a unos metros más arriba, a unos más abajo, te agaches, te subas a una banqueta, no hay manera de librar.

Nos merecemos paisajes sin contaminación cabluna y tiene fácil solución: una ordenanza municipal obligando a las compañías a enterrar, soterrar o achantar esos adefesios. Si lo han hecho en Nueva York, o en Venecia, que es mucho más difícil de conseguir, con más motivo se puede hacer en Redondela, que para algo es la venecia del Norte.



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