sábado, 29 de marzo de 2014

Cuarenta años de una hora menos

Reloj de la Cámara Municipal de Barcelos. Está dividido en 24 horas, tal como establecía la convención internacional de Washington de 1884. ©F.J.Gil
En la primavera de 1974 España adelantó el reloj por primera vez en muchos años. La crisis del Petróleo, que había comenzado el año anterior y que había subido el precio del barril (de manera irrisoria si consideramos los precios de hoy día), fue el impulso para tomar esa decisión política que, desde entonces se aplica de manera ininterrumpida y nos roba una hora de primavera y nos aleja una hora más de la hora real, la solar, a la que vivimos a los que estamos al Oeste del meridiano de Greenwich.
Hoy casi nadie lleva reloj. Se fía de la hora del móvil, del coche o del ordenador. Pero hace cuarenta años, en la sociedad analógica, la hora podía llegar a ser motivo de discusión.
--¿Qué hora es?
--Yo tengo las dos y cuarto.
--Son y veinte.
--El mío está por el reloj de la caja de ahorros.
--El mío por las señales horarias de Radio Nacional.
La hora exacta fue una cuestión que no preocupó a nadie durante siglos. La medida del tiempo era una labor que se confiaba a astrónomos. En España, el Observatorio Astronómico Nacional tenía un telescopio dedicado a fijar la hora todos los días a mediodía: el momento en el que el Sol pasaba por su cénit. Un el disparo de un cañonazo avisaba de que eran las doce del día por el meridiano de Madrid y en Palacio y en aquellos edificios oficiales que tenían reloj se corregía la hora si era necesario. Pero ese era el horario de Madrid. En el resto de España había una hora diferente en cada ciudad, en cada villa. El Sol pasaba por su mediodía a distinta hora en el puerto de Vigo, donde podía haber un marino capaz de fijar la hora con un instrumento de medición adecuado, que en el de Barcelona o en el de Sevilla. Y lo mismo sucedía en Londres, Dublín, París, Lisboa…
La hora oficial nació con la necesidad de unificar los horarios de los ferrocarriles durante el siglo XIX. Cada estación tenía su propia hora. Aquí vemos uno de los relojes de los andenes de la estación de Redondela. Todos los relojes de una misma estación estaban sincronizados. Y teóricamente siguen así, aunque en Redondela hace meses que no funcionan los relojes de los andenes. ©F.J.Gil

La preocupación por unificar horarios surge cuando se extiende el ferrocarril. Era necesario disponer de una manera eficaz de fijar los horarios de los trenes, que viajaban de una ciudad a otra. Estados Unidos y Reino Unido fueron los primeros países en adoptar medidas unificadoras para disponer de horarios de ferrocarriles que fuesen efectivos. A finales del siglo XIX se fija la convención internacional de los husos horarios para marcar de manera universal un horario oficial a partir de un meridiano, el meridiano cero, que se adoptó en Washington en octubre de 1884 y que se situaba en el meridiano que pasaba por el Observatorio Astronómico de Greenwich. La medida se completaba con la división del globo terráqueo en 24 husos horarios correspondientes a otras tantas horas. Cada huso horario es una semicircunferencia que divide desde entonces y de manera perpendicular en 15 grados cada uno de los paralelos terrestres, las circunferencias paralelas al Ecuador que se trazan desde ambos polos.
Dubrovnik, la perla del Adriático, en 1984, antes de las guerras balcánicas que hicieron desaparecer Yugoeslavia. Tenemos el mismo horario que las ciudades croatas, aunque estemos 23 grados al Oeste de la costa de Dalmacia. ©F.J.Gil
Por ese motivo, España tendría que estar incluida en el huso horario de Greenwich, la hora oficial universal, pues el meridiano 0 pasa por Castellón y ampara, hacia el Oeste todo el territorio de la Península Ibérica y las Islas Canarias. Redondela, Vigo, Pontevedra, A Coruña… están ocho grados al Oeste de Greenwich, al igual que Porto o Viana do Castelo. Y aunque el Sol llega a mediodía 32 minutos más tarde a las rías bajas que a Londres, no tenemos la hora de Londres, ni la de Greenwich, que es la hora oficial de Europa Occidental, sino la de Berlín, que está 21 grados al Este del meridiano de Redondela, la misma que Zadar, la ciudad croata famosa por sus canales, lo que le valió el sobrenombre de la Venecia Oriental. La vida discurre 92 minutos antes en la Venecia Oriental que en la Venecia Occidental, que es Redondela. Eso explica que nosotros tengamos horarios tan estrambóticos para trabajar, comer y cenar. Es la manía de querer vivir a un horario que no es el nuestro. Somos una cultura atlántica con horario del mar Adriático. Un disparate. Y ahora con el cambio de hora, todavía más.
Puesta del Sol en el Adriático, a la altura de Zadar. Allí el Sol se pone 92 minutos antes que en las Cíes, pero tenemos el mismo horario. Un disparate. ©F.J.Gil
 

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