martes, 19 de agosto de 2014

Iberdrola no me toques la pirola

Recuerdo con simpatía la canción de Siniestro Total “Ayatollah no me toques la pirola”. Siniestro era un grupo que contaba en clave de punk rock lo que sucedía en aquellos años de la década de 1980. La música, convenientemente cargada de sátira se convierte en un arma de destrucción masiva contra el poder, capaz de inspirar al resto de los mortales. Nada más gráfico respecto a lo que les esperaba a los consumidores gallegos cuando se produjo la fusión entre Unión Eléctrica y Fenosa que el nombre de aquel grupo de rock en el participaba de manera protagonista el grandísimo Germán Fandiño, hoy Tony Lomba, que se llamaba Unión Penosa.
Embalse de As Portas en Vilariño de Conso. Los vecinos de este municipio tienen tres embalses, entre ellos el segundo más grande de Galicia, que es al que corresponde esta fotografía y uno que les arrasó la morrena de un antiguo glaciar. Sin embargo, sufrir semejante impacto ambiental no les supone que la luz les salga más barata.©F.J.Gil
Galicia vive inmersa en la desgracia eléctrica. Somos un país que produce un tercio más de la electricidad que necesita. ¿Exportadores? No. Explotados. Seríamos exportadores si la electricidad fuese nuestra. Pero es de Gas Natural-Unión Penosa, de Iberdrola, Endesa, etcétera. Todas ellas son compañías que tienen su domicilio fiscal en Cataluña, el País Vasco… y por tanto, los impuestos que liquidan cada uno de los consumidores de esa energía enriquecen las arcas del fisco de esas comunidades. Esa es la primera injusticia del sistema eléctrico que nos toca padecer.
La segunda injusticia se refiere al precio. Todos los productos tienen un precio basado en sus costes, lo que hace que si el lector quiere comprar un kilo de patatas gallegas, le saldrá por veinte céntimos en Xinzo de Limia y por un euro en Cuenca. Si lo que compra es un litro de gasolina, es más barata en Brunei que en Monforte de Lemos. Pero, en cambio, el kilowatio/hora lo paga igual el pensionista que vive en Os Peares, a trescientos metros de la central hidroeléctrica, que el señorito que se está tomando unas anchoas con txacolí en una terraza de la playa de la Concha en San Sebastián.
Y eso nos lleva a la tercera injusticia. Porque a igual precio, la electricidad, de la que somos productores excedentarios y exportadores, nos cuesta más cara a los gallegos que hemos de cargar con la lluvia ácida de las centrales térmicas de As Pontes de García Rodríguez y de Meirama y con la transformación del paisaje y la fauna de todo nuestro patrimonio hidrológico. Ya no hay anguilas, ni truchas, ni salmones más allá del primer valladar de Frieira en el Miño, condenando al padre de los ríos gallegos y a todos sus afluentes que ya no reciben las visitas de esas especies: Arnoia, Avia, Búbal, Sil y una larga lista de damnificados.
Así pues, pagamos más cara la luz porque a igual precio a nosotros nos cuesta nuestro paisaje y nuestro medio natural. El metro de Madrid y sus trenes de cercanías no son medios de transporte limpios. Simplemente tienen las chimeneas a seiscientos kilómetros de distancia: en Galicia.
Así pues, que Iberdrola no nos toque la pirola. Ni Unión Penosa, ni Endesa ni toda esa caterva de depredadores que cuentan con el apoyo de políticos agradecidos a los que sientan en sus consejos de administración o en sus comités asesores. Los recursos naturales gallegos enriquecen sus cuentas bancarias y aquí no dejan ni un céntimo de su valor añadido. Galicia es energéticamente sostenible y autosuficiente: con la potencia generada por las centrales hidroeléctricas, si actualizasen sus sistemas de generación, y las eólicas no precisaría tener en funcionamiento ninguna central térmica. Si no fuera, claro está, por la que hay que mandar a la España rica, a la que recauda el iva de nuestra electricidad y a la que llega como energía límpia.

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